José Luis Lovey, el tiempo y el reconocimiento | Historia detrás de una foto

Entre los ex soldados de la guerra de Malvinas homenajeados por Cristina Kirchner en el Congreso hubo un caso mencionado especialmente por la vicepresidenta, el de José Luis Lovey, que además de ser ex combatiente es hijo de desaparecidos. Su padre fue operario en un frigorífico, en Avellaneda; la dictadura lo secuestró en junio de 1976. Al hablar de estos hechos, la vicepresidenta le puso un marco histórico: “quienes hicieron la Guerra de Malvinas fueron los mismos que secuestraron e hicieron desaparecer a miles de argentinos”, recordó en su discurso. El ex soldado habló con Página12 sobre esa historia; contó cómo tras el secuestro de su papá tuvo que salir a trabajar, con 13 años. Habló también del hambre en las islas, que les mostró que el enemigo eran las propias Fuerzas Armadas argentinas, y de los silencios al regreso de la guerra. “Se tardó mucho tiempo en reconocernos como soldados que fuimos llevados a Malvinas. En principio, la sociedad nos trató como si fuéramos parte del sistema militar que cometió la locura del desembarco, pensando que Inglaterra no iba a reaccionar y que Estados Unidos no iba a apoyarla”.

José Luis contó que su padre, Mauro Lovey, trabajó en el Frigorífico La Estrella, ubicado frente a la cancha de Racing. “Era un hombre de trabajo, se iba de casa a las 6 de la mañana y volvía a las 6 de la tarde. Nunca había faltado de casa hasta el día del secuestro. No supimos por qué: sólo fueron pasando los días y él no regresó. Mis hermanos más grandes empezaron a presentar habeas corpus, denuncias, pero nunca más supimos nada de mi papá”.

En la casa eran 14 hermanos y el padre la única fuente de ingresos familiar. Por eso, tras el secuestro, José Luis debió salir a trabajar. Recién había terminado la primaria, tenía 13 años, lo tomaron como ayudante en un camión de reparto de gaseosas, en la embotelladora de Pepsi, cargando y descargando camiones. A los 16 fue tallerista en una fábrica de carteras. Los martes y jueves viajaba a La Plata para entrenar en las inferiores de Gimnasia y Esgrima.

Cuando le tocó el servicio militar obligatorio pidió que lo destinaran a Córdoba porque quería aprender paracaidismo. Dos meses después lo llevaron a las islas como artillero.

“En ese momento no teníamos teléfono, no había redes sociales, no pude avisarle a mi mamá que iba a Malvinas. Ella se enteró cuando yo ya estaba allá. Lo sufrió mucho, porque después de la desaparición de mi papá se encontró con que le llevaban un hijo a la guerra”.

De Malvinas lo que más recuerda son los bombardeos de la aviación inglesa y los maltratos de los oficiales argentinos. “Teníamos hambre siempre. No nos llegaba comida, no teníamos buena alimentación. Y de hecho, cuando terminó la guerra nos escondieron, nos metieron en un cuartel a engordarnos, sin poder ver a nuestras familias hasta recuperar peso, para que la sociedad no supiera lo que habían hecho”.

Lovey dice que le costó retomar una vida normal. “Por suerte pude volver, y salí adelante porque mi mamá me cobijó. Pero estuve tres meses sin querer ver a nadie, encerrado en una pieza, no dejaba que nadie me apagara la luz. Cuando escuchaba el ruido de un avión me tiraba debajo de la cama. La verdad es que me costó mucho salir, pero tuve que hacerlo para trabajar. No había dinero para hacer otra cosa”.

Hoy es uno de los 19 veteranos de Malvinas que trabajan en el Congreso. “Fue muy fuerte que la vicepresidenta me nombrara. No me imaginé que me iba a encontrar con Cristina, porque es una persona que admiro mucho, y no pensé que iba a decir en público lo que lo que conté sobre mi papá. Casi nunca cuento que está desaparecido”.

Lovey apunta que “se tardó mucho tiempo en reconocernos. En principio, la sociedad nos trató como si fuéramos parte del sistema militar que cometió esa locura de iniciar la guerra, pensando que Inglaterra no iba a reaccionar y que Estados Unidos no iba a apoyarla.”

“Volvimos en el ‘82 y recién en el ‘91 nos dieron una pensión, una pensión graciable de 150 pesos, que era una miseria. El sistema de salud nos dió una atención muy deficiente, porque el PAMI no está preparado para dar cobertura a un veterano de guerra, a sus patologías. Por eso después de la guerra tantos veteranos se suicidaron: no tuvieron ninguna contención”. 

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/412938-jose-luis-lovey-el-tiempo-y-el-reconocimiento

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