El aparato mediático detrás de Pindonga y Cuchuflito

El aparato mediático detrás de Pindonga y Cuchuflito

Para La Nación, Pindonga es “una mujer que lleva una vida inmoral” o una “mujer callejera”. En lenguaje coloquial, una puta. La definición de Cuchuflito le resultó un poco más complicada. “Se lo usa para designar un objeto pequeño del que no se conoce el nombre”, copió del Diccionario de Palabras del Uruguay

Desde el Grupo Clarín se diferenciaron. Para TN, Pindonga es también “mujer callejera”, aunque incorporó  la acepción “órgano sexual masculino”. Pero el diario tomó otro camino a la hora de buscarle explicación a Cuchuflito. Localizó a Juan Díaz, hoy de 80 años, quien con ese apodo se hizo famoso como actor secundario de Telecómicos, un programa de Aldo Cammarota que se vio en la televisión local entre 1962 y 1973. Emocionado por el revival (“Es como volver a vivir; es lindo, me gusta”), Díaz consintió en que los periodistas lo utilicen, aunque enseguida se cobró el servicio con un módico chivo. “Tengo patentado Cuchuflito, así que si lo quieren usar van a tener que llamarme”, advirtió.

Semejante alarde de filología, periodismo de investigación y viveza criolla, fue en respuesta, todos lo saben, a una irónica frase dicha al pasar por Cristina Kirchner en la presentación de su libro Sinceramente en Mar del Plata. “Durante nuestra gestión, los supermercados rebosaban de mercaderías de primera marca. Ahora aparecen y proliferan marcas que nadie conoce: ‘La Pindonga’, ‘El Cuchuflito’. Hasta te venden productos que dicen en lugar de leche, producto lácteo que contiene leche. ¿Qué es eso?”, se preguntó la ex presidenta con la obvia intención de remarcar el brutal empobrecimiento provocado por las políticas económicas del macrismo a través de una de sus manifestaciones más visibles: el traspaso de los consumidores de las primeras marcas (más caras) a las segundas o terceras (más baratas). 

Justamente el consumo de segundas marcas creció un 5 por ciento en el primer trimestre y la consultora especializada Focus Market destacó que “”desde 2016 a 2019 las marcas mayoristas y poco conocidas pasaron de una participación del 32,6 al 42,8 por ciento en unidades y del 21,5 al 27,7 por ciento en facturación”. Es un comportamiento clásico de las épocas de penuria, solo superado durante la crisis de principios de siglo. A medida que se recuperaba el poder adquisitivo de la población en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, la participación de las primeras marcas trepó hasta cerca del 70 por ciento.

Pero las usinas mediáticas del Gobierno olieron sangre y a las pocas horas todos los medios de la cadena oficialista de comunicación, públicos o privados, resignificaron la frase como un insulto, una “degradación” de las Pymes. 

No les importó que el ejemplo utilizado por la ex presidenta (el “producto lácteo La Suipachense, realizado en base a agua, leche y proteínas usadas habitualmente en la alimentación porcina, cuyos propios fabricantes admitieron que “no reemplaza a la leche, pero es una alternativa más económica para que el consumidor pueda satisfacer sus necesidades”), dejara claro que no se refería a productos ofrecidos por las pequeñas empresas para competir frente a los gigantes de la alimentación, sino a la oferta destinada a los niños pobres,  “los de ellos”, como tan bien definió María Eugenia Vidal para diferenciarlos de “los nuestros”. Los hijos de la Gobernadora seguramente no consumen La Suipachense.

Tampoco tuvieron en cuenta que las llamadas Segundas marcas son por lo general fabricadas por las mismas grandes empresas que ofrecen las Primeras. La mayoría de las veces como “marcas propias” de los supermercados, donde lo que cambia es la etiqueta. Otras, ante la caída del poder adquisitivo, para competir consigo mismos sin afectar el precio de sus marcas principales y bloquear así el crecimiento de empresas menores dispuestas a sacrificar rentabilidad para alcanzar un lugar en el mercado.

Una rápida recorrida por los “productos esenciales” que más crecieron en las últimas semanas muestra que la leche preferida fue La Martona, fabricada por Mastellone para no afectar a su marca insignia, La Serenísima. Otros rubros estrella son el azúcar, donde resalta Dominó, producida nada menos que por el gigante jujeño Ledesma, o la yerba con palo, en la que resalta Chamigo, salida de la factoría Molinos. 

A diferencia del plan Precios Cuidados, diseñado por el equipo de Axel Kicillof, a su modesto sucesor, Precios Esenciales, no le preocupa incorporar primeras marcas a su corta lista de 64 productos. No es un mero detalle. El plan original buscaba no solo ofrecer alternativas más baratas a los consumidores, sino también fijar valores de referencia que contuvieran el alza del conjunto de los precios. Por eso pulseaba con las grandes empresas para que sumen sus principales marcas y por eso obligaba a los supermercados a exhibirlas en lugares destacados. ¿Quién compraría una gaseosa desconocida si pudiese acceder a una Coca a menor precio?

El Gobierno actual no busca nada de eso. Concede sin problemas que las grandes empresas participen con marcas desconocidas, que no les impidan multiplicar el precio de las tradicionales para recuperar la rentabilidad perdida, porque el único objetivo es incorporar el programa a la oferta electoral, con fecha de vencimiento en diciembre. Lo mismo que la postergación del alza de las tarifas, que se pagarán con intereses después de las elecciones. 

En su paso por Córdoba, Mauricio Macri aprovechó para sumarse a la campaña con una de sus clásicas frases sin demasiado sentido pero que siguen las consignas que le impone Jaime Durán Barba. Venía hablando de la construcción de canales aliviadores para controlar los efectos de la lluvia en el campo y derivó a “los productores que todos los días salen a trabajar, llegando con sus productos a las góndolas de los argentinos. Y muchos pequeños productores vinculados a Pymes de marcas tal vez no conocidas, como ‘cuchuflito’, como decía la ex presidenta”. “Tal vez no son una gran empresa, son una pyme, pero hacen las cosas bien, con calidad, amor y profesionalismo”, abundó el responsable de la peor caída industrial en décadas, según las propias cifras oficiales. Un proceso que el ex presidente de la UIA, Héctor Méndez, protagonista de recordados enfrentamientos con Cristina Kirchner, no dudó en calificar como “comparable, o aun peor, al llevado adelante por Martínez de Hoz” durante la última dictadura.

La impostada preocupación del Presidente por los pequeños productores, quedó reducida al ridículo por una anécdota que escuchó de boca de uno de los empresarios que lo acompañaba. Conversando alrededor del caso Cuchuflito, Daniel Giacosa, dueño de una de las principales productoras de fiambre del país, contó entre risas que él mismo había registrado la marca Pirulo como un arma para bloquear a la competencia, tal como se lo confesó a La Nación. “Era el 2000 y ya se veía, con el inicio de la crisis, que se venían las segundas marcas. Entonces se me ocurrió, un poco una locura, registrar ‘Pirulo’. Hasta el logo tengo.” 

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/208293-el-aparato-mediatico-detras-de-pindonga-y-cuchuflito

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