Para brindar con agua y vino  

Para brindar con agua y vino  

“Egipto es un don del Nilo” cuentan que escribió el historiador clásico Heródoto. Mendoza es un don del agua con una diferencia colosal. El agua no fue prodigada por la naturaleza sino conseguida con esforzado trabajo de la gente común y merced a políticas públicas. Los mendocinos lo saben, lo explican siempre, se enorgullecen.

Lo puede percibir cualquier viajero que sobrevuela la provincia y ve un erial atravesado por nervaduras verdes. La cultura del agua explica y determina la historia de una provincia desértica. Es un bien escaso, costoso, valorado. La prohibición de la actividad minera hacía sistema con las tradiciones y recobraba vigor con la escasez sensible en los últimos años.

La pueblada mendocina construyó un episodio democrático edificante por donde se lo mire. Multitudes pacíficas y transversales se rebelaron contra una ley inconsulta del gobernador Rodolfo Suárez. Radical él, contó con la aprobación del peronismo local más allá de matices. Escapa a la economía de esta nota escudriñar la lógica de esas definiciones. Lo cierto es que los dos partidos que gobernaron Mendoza alternativamente desde 1983 no sintonizaron con el sentir popular. La mayor responsabilidad recae en el oficialismo radical pero el costo político sobre ambos. Fueron criticados en rutas, calles y las bellas plazas mendocinas.

El Gobierno desdijo políticas de Estado sostenidas durante décadas. La sociedad civil lo enfrentó y doblegó, incluso a la oferta berreta de no reglamentar la nueva ley que será derogada.

La legitimidad empujó el cambio de legalidad.

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A menudo no hay solución de compromiso entre la tensión entre el desarrollo capitalista y la protección del medio ambiente. La puja argumental no convence ni hay estudios científicos aceptables para todas las partes involucradas. En tal caso las sociedades deben optar. El dilema, confesemos, puede no ser sencillo. Los roles no siempre están definidos como en Mendoza, tan gratos para alinearse. “Políticos” y grandes empresas, multinacionales por añadidura, versus los pueblos, la gente de a pie.

Sin ir más lejos Mendoza y La Pampa vienen pugnando desde hace décadas respecto del río Atuel. Los pampeanos, aguas abajo, reprochan a Mendoza haberlos dejado sin agua. Los mendocinos y sus autoridades sostienen otra versión y afirman tener derechos adquiridos, bien ganados.

El enfrentamiento interprovincial no saldado políticamente fue llevado a la Corte Suprema de Justicia nacional, tribunal originario en tales casos. Hubo varias demandas en diferentes épocas, existe una en trámite. La Corte hace firuletes para no resolver un dilema político. El jurista Gustavo Arballo, excelente divulgador y pampeano a la sazón, desarrolla bien esta historia en su blog Saber Derecho.

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Tal vez la sociedad mendocina ha resuelto cerrarse para siempre a una nueva actividad productiva. Definición discutible desde el ángulo económico pero irrefutable desde el político-democrático. La licencia social es el mejor método para dirimir conflictos de intereses y de valores.

En pocos días se vivió un ejemplo inolvidable, quizá no repetible en otras provincias con diferentes tradiciones, estructuras productivas. O acceso al agua.

 

De cualquier forma, los demás gobernadores habrán puesto barbas en remojo porque los fenómenos no son idénticos, los territorios tampoco. Pero los contagios o los ejemplos existen y cunden en la era de la comunicación instantánea.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/238910-para-brindar-con-agua-y-vino

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