Dos de los hechos más trágicos de la historia argentina se anudaron en los últimos días con la detención de Patricio Finnen: los campos de concentración de la dictadura y el atentado a la AMIA. Finnen fue durante años uno de los hombres fuertes de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) y, como tal, comandó la investigación sobre el ataque terrorista de julio de 1994. Fue juzgado y absuelto por el desvío de la investigación del atentado, pero el pasado le golpeó la puerta para que responda por su actuación en dos centros clandestinos, Automotores Orletti y la base de la calle Bacacay. “Encubridor también represor”, lo describió la agrupación Memoria Activa. Paula Litvachky, directora ejecutiva del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), repasó en diálogo con este diario la trayectoria de Finnen y las dificultades para conocer quiénes son los hombres grises que mueven los piolines de los servicios de inteligencia. “Es muy significativo que tantos años después las víctimas se enteren quiénes estuvieron al frente de la investigación de la AMIA”, dice.
Semanas atrás, Litvachky le dijo a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte-IDH) que el Estado argentino había privado a los familiares de las víctimas del atentado de la AMIA de obtener justicia y a toda la sociedad argentina de conocer la verdad histórica de lo sucedido. Después de décadas de impunidad, Finnen tendrá que rendir cuentas por su actuación durante la dictadura. Lo mismo pasará con su compinche Luis Nelson “Pinocho” González y otros tres represores que fueron detenidos por orden del juez Rafecas. Página/12 dialogó con la referente del CELS para entender la relevancia de la detención de Finnen.
–¿Qué rol tuvo Finnen en la SIDE de la democracia?
–Fue un personaje central de la SIDE de los ’90, que armó la Sala Patria cuyo objetivo principal era buscar a (Enrique) Gorriarán Merlo después del ataque al regimiento de La Tablada. Era un peso pesado aunque, además por su “prestigio” en la inteligencia que tiene que ver con las relaciones internacionales o la geopolítica, le encargaron la investigación del atentado a la AMIA. Ahí entraron en una disputa muy fuerte –y en momentos frontal– con el área de (Antonio Horacio “Jaime”) Stiuso, que venía pisando fuerte. Esa interna se terminó de dirimir cuando quedan a la vista todas las irregularidades que cometieron para el encubrimiento del atentado.
–¿Por qué creés que hasta ahora no conocemos mucho sobre la SIDE en dictadura, más allá de la actuación en Automotores Orletti o el rol articulador en el Plan Cóndor?
–Por un lado, hay una lógica del funcionamiento de la inteligencia argentina que estuvo en muchos casos vinculada a procesos ilegales o cuanto menos irregulares. Esta inteligencia vivió bajo la lógica del secreto y de la falta de control civil –no sin relaciones con el poder político, pero sin control–. Estuvo históricamente puesta al servicio de internas políticas o del espionaje político. En el marco de esta lógica que fue funcional durante muchos años de democracia, tampoco se trabajó para romper ese secreto y ese silencio sobre la época de la dictadura, a diferencia de otras áreas que sí tuvieron una apertura mucho más importante dentro de la democratización.
–¿Por qué pasó eso?
–Porque el secreto y el silencio permitía sostener la inteligencia interna. Esas competencias están asociadas a que quien está en el poder en ese momento pueda filtrar información y hacer operaciones. Entonces mejor no romper esa lógica del secreto. Hay otra cosa: en algunos casos –no en todos porque hubo un proceso de depuración de la inteligencia– había cierto temor a que la apertura de esos archivos o de estos listados también podría mostrar que muchos de los que estaban en la SIDE en los ’80, en los ’90 y en los 2000 habían tenido algún tipo de participación durante la dictadura. Me parece que esto muestra el caso de Finnen. El menemismo en los ’90 también intentó militarizar la inteligencia. Ese proceso vino asociado a que los pesos pesados civiles de la SIDE que habían actuado durante la dictadura tuvieran un rol importante en ese momento. Nadie lo terminaba de saber, pero adentro sí se conocía.
–¿Piensa que así como se conocieron los listados de personal de la Jefatura II de Ejército y del Batallón de Inteligencia 601 se podrán conocer los del personal de la SIDE?
–Tenemos la expectativa de que sí. El proceso de desclasificación de información –que se inició durante la gestión de Cristina Caamaño– debe contemplar listados de personal, sumarios y toda esta documentación relevante.
–¿Qué significa para las instituciones democráticas que alguien como Finnen, preso ahora por delitos de lesa humanidad, haya estado largo tiempo investigando el atentado a la AMIA –que para la justicia argentina también es un crimen contra la humanidad–?
–Él venía con este antecedente de que tenía experiencia sobre Medio Oriente. Los pusieron tanto a él como a “Pinocho” González a investigar el atentado porque eran los que comandaban la SIDE en ese momento. Me parece muy significativo que tantos años después las víctimas se enteren de que quien estuvo a cargo de la investigación ahora está preso porque había sido parte de la banda de Aníbal Gordon que operaba en los centros clandestinos.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/512078-paula-litvachky-no-se-trabajo-para-romper-el-secreto-de-la-i