Conmoción política colectiva

Me toca escribir en medio de una absoluta conmoción espiritual por la noticia –recibida hace segundos- de la conformación de la fórmula Alberto-Cristina. Cristina ha decidido ejercer su indiscutible liderazgo popular de un modo inesperado y desconcertante.  De un modo político, en el sentido más profundo de la palabra. Político porque interrumpe la lógica de lo previsto, de lo que tiene que ser de cierta manera, de lo que tiene que responder a supuestas leyes de funcionamiento de la historia humana. Política como arte. Como creación de mundos que exceden los cálculos y las previsiones.

Cristina ha resuelto remover un poderoso obstáculo que hoy tiene el movimiento nacional y popular para acabar con la catastrófica experiencia política que empezó el 10 de diciembre de 2015. Es el obstáculo del odio, del encono que las grandes maquinarias neocoloniales construyeron alrededor de su figura para generar confusión sobre el pasado, el presente y el futuro de la patria. La “grieta” de las mentiras, los chismes y las vulgaridades sexistas y gorilas debe ser despejada para que asome la contradicción. Y la contradicción en el país no es la que enfrenta a quienes adhieren o repugnan el liderazgo histórico de CFK sino la que enfrenta a quienes quieren una Argentina inclusiva, democrática, soberana y potente y los que medran con la pobreza de las mayorías y sostienen la condición de atraso y colonialismo como soporte de sus privilegios.

Alberto Fernández es, para quien escribe, una figura polémica cuya historia política reconoce múltiples significados y genera diferentes interpretaciones. Es el gran organizador político que acompañó a Néstor en los tiempos de la anterior destrucción neoliberal del país. Es también el nombre de ese parteaguas histórico de 2008 cuando decidió no acompañar la decisión de dar una batalla frontal a los sectores del privilegio argentino, aún a costa del ataque intensivo fácilmente previsible de estos grupos contra el gobierno, concentrado desde entonces en la figura de Cristina. Hoy se ha convertido en un gran vocero –un exitoso vocero- de la idea de la más amplia unidad de la oposición. La reciente reunión justicialista empieza a coronar la marcha hacia la construcción de un amplio frente patriótico para terminar con esta pesadilla. Y la unidad es diversidad, amplitud, apertura. Alberto puede convertirse en el equilibrio y la contención de esa diversidad. La presencia de Cristina en la fórmula es la asunción de un riesgo: nunca han funcionado bien en el país las fórmulas en las que alguien tiene el poder y otro ejerce el gobierno. En este caso, sin embargo, la salida de la escena de Cristina hubiera generado un vacío peligroso y podría haber afectado la propia eficacia electoral de la unidad.

El país es otro. El tablero ha sido pateado con violencia. El acting político que el régimen prepara para el próximo martes en sus tribunales ha cambiado de lugar. El macrismo empieza a caminar una senda desconocida. El infernal aparato de guerra psicológica construido tendrá que aprender a caminar en terra incognita. La enemiga principal ya no será presidenta. Tendrán que buscar otro estereotipo para frenar su progresivo vaciamiento político. ¿Será Macri el candidato del régimen?

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/194731-conmocion-politica-colectiva

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