Río de Janeiro, 24 de abril de 2019
Lula, mi buen amigo:
Hace un año que estoy por escribirte. Ahora lo logro. Me preguntarás cómo alguien que desde hace exactos 54 años vive de lo que escribe tarda más de uno para escribir una carta. Explico: a veces, la mano se queda seca.
Toda vez que empecé a escribirte lo que me salía era pura indignación. Y no quise ni quiero mandarte una carta furiosa, por más justa que pueda ser – y lo es – mi indignación.
A ver si hoy logro. Indignado siempre, por lo que te hacen a ti y hacen al país. Pero sereno.
Me dispenso de contarte lo que ocurre aquí afuera, porque sigues absolutamente informado de todo. Pero te cuento que nunca, Lula, jamás creí que iba a llegar a estas alturas de la vida viendo y viviendo lo que hicieron y hacen con este pobre país.
He vivido muy de cerca, Lula, golpes tremendos. He visto el Uruguay en ruinas en junio del 1973, he visto el Chile de Salvador Allende derrumbarse en septiembre de aquel año tenebroso, viví por adentro el terror instalándose en la Argentina de 1976. Tuve amigos muertos, tuve y tengo amigos que han sobrevivido a torturas salvajes, a exílios doloridos, a distancias y tiempos irrecuperables. Yo mismo pasé largos años sin poder volver a Brasil. He visto mi hijo aprender a pararse y a caminar y a hablar y a leer y escribir lejos de su país.
He visto y vivido un montón de cosas por el mundo, Lula. Y creí que todo eso era pasado, era memoria.
Y ahora veo y vivo el resultado de un golpe distinto. Sofisticado, perfecto: primero, destituyen a una presidenta legítima, luego te mandan a la cárcel, impiden que disputes una elección asegurada, y listo. No hay tanques por las calles, no hay trabajadores y estudiantes siendo secuestrados, torturados y muertos (excepto, claro está, cuando son pobres y en su mayoría negros), los jueces no necesitan ser presionados porque desde hace mucho perdieron su noción de ética, los medios de comunicación no tienen censores en las redacciones (alcanza con directores obedientes a sus amos), y todo parece normal.
Parece, Lula. Pero tú y yo, y tú mejor que nadie, sabemos que no hay nada normal en este país destrozado, a la deriva, rumbo a un naufragio tenebroso. Este país sin memoria, Lula. Sin memoria.
Más allá del dolor y la indignación por lo que ocurre, Lula, ando colmado de preguntas. Por ejemplo: ¿cómo ha sido posible que votasen a semejante aberración que cada día deposita sus ancas en el sillón presidencial? ¿Cómo es posible que semejante esperpento haya nombrado un ministerio asombroso, del cual no se salva uno? ¿Cómo este país aguanta impávido al peor presidente de la historia?
Bueno, Lula: como verás, creí que estaba sereno y que escribiría sin indignarme. Y no lo logré.
Así que mejor me detengo por aquí. Pero no sin antes reforzar mi amistad y mi cariño por tí y por los tuyos.
Lamento, mi buen amigo, pero no puedo alegrarme del todo con la noticia de que un tribunal superior rebajó la condena indecente que te impuso un ser abyecto llamado Sergio Moro, y que fue aumentada por otra manga de abyectos de segunda instancia. Porque lo correcto en un país decente sería que un tribunal superior anulase la sentencia absurda, arbitraria, parte del golpe perfecto.
Pero, algo es algo. Con eso regresarás pronto a casa, y podremos juntarnos otra vez.
Hay mucho que hablar, Lula. Y ando carente de nuestras charlas.
Te cuento que he pensado en salir de Brasil por un tiempito. Te cuento la razón: en 1977 yo vivía en Madrid, mi segundo exilio. Cierto día de extrema melancolía pregunté a un fraterno amigo argentino, el gran escritor Héctor Tizón, por qué había abandonado su país. No estaba en ninguna organización, ningún movimiento de izquierda, no estaba en nada. Y él me contestó: ‘Por asco’. Asco por lo que hacían con su país.
Por esa misma razón, Lula – asco – pensé en salir por un tiempo. Pero no saldré. Salir otra vez, no. Me quedo y resisto con la única arma que tengo, la palabra.
Y así espero que te hagan justicia de verdad, y que vuelvas a casa, y nos encontremos otra vez.
Mientras, te dejo aquí, como siempre,
Mi mejor abrazo