En Venezuela la guerra es de declaraciones

En Venezuela la guerra es de declaraciones

Desde Caracas

Caracas tiene cuatro estaciones: primavera, verano, otoño, caribe. Caben todas en un día y su noche. Se superponen, marcan ritmos, momentos, sobre todo para las motos que huyen de los aguaceros que ya son diarios: solo diez minutos y parece como si el cielo se hubiera vaciado. Es la cotidianeidad en una ciudad que condensa de manera casi total la política nacional. Lo que sucede fuera de la capital es noticia cuando se trata de territorios estratégicos en la geografía de la guerra. 

Uno de esos territorios es la frontera con Colombia. Nicolás Maduro anunció la reapertura del paso internacional entre el estado Táchira y la ciudad de Cúcuta, punto que fue noticia central el 22 y 23 de febrero, cuando los puentes se transformaron en escenarios cinematográficos de un intento de ingreso por la fuerza a territorio venezolano. La reapertura transcurrió en la normalidad de una zona que combina efectos del contrabando de extracción, paramilitarismo colombiano, asedio económico y mediático al país.

Las noticias de Juan Guaidó, por su parte, han ido, como él, en declive. El autoproclamado presidente pasó en un poco más de cuatro meses de un ascenso catapultado por el apoyo de Donald Trump a sus intentos actuales de mantenerse en agenda. La tendencia a su pérdida de fuerza se debe a su incapacidad de llevar adelante sus promesas, que fueron producto del error de cálculo inicial que lo llevaron a anunciar la inminente caída del gobierno de Maduro.

¿Qué tipo de desenlace tenía diseñado Trump cuando lo bendijo con un twitt? Uno como el que sucedió con el caso del conflicto que abrió contra México el 30 de mayo y que tuvo una resolución el pasado viernes por la noche: una amenaza en una asimetría de poder, el acorralamiento del adversario, una negociación forzada con disparos vía twitter, una resolución para mostrar un trofeo internacional para su política interna que ya toma forma de campaña presidencial. Venezuela también debía ser una victoria rápida.

No funcionó por varias razones: la diversificación de mercados para encontrar puertas de salida al    bloqueo económico –centralmente con China y Rusia–, la capacidad del gobierno para enfrentar escenarios de estas características productos de las experiencias del 2017 y 2014, la incapacidad que tuvo el plan golpista de quebrar la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, y una política de movilización callejera periódica como forma, entre otras cosas, de aportar al equilibrio de fuerzas internas del chavismo. 

A esos elementos se suma lo que reconoció el secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo: las divisiones y ambiciones personales en la derecha venezolana. “Mantener unida a la oposición venezolana nos ha resultado diabólicamente difícil”, afirmó en un audio reciente, donde agregó que 40 figuras de la oposición tienen ambición presidencial. Esa división de la oposición es pública: un sector sostiene que solo una acción de fuerza puede desembocar en la caída de Maduro y no reconoce al chavismo como actor político, otro afirma que la salida puede incluir diálogos a condición de que la hoja de ruta comience por la partida del actual presidente, y otro mantiene cautela en sus declaraciones en vista de la falta de claridad actual del escenario.

Elliot Abrams, enviado norteamericano especial para el caso, afirmó por su parte en un artículo, que la resolución debería pasar, en parte, por la salida de Nicolás Maduro, y el reconocimiento de la Asamblea Nacional (AN) por parte del chavismo, es decir que los diputados reingresen al recinto. 

De eso se desprenden tres lecturas. En primer lugar, que el mensaje público de Abrams se sostiene alrededor de lo irrenunciable que es el objetivo de la partida del presidente, a la vez que reconoce al chavismo, principalmente al Partido Socialista Unido de Venezuela, como actor político en su escenario futuro. En segundo lugar, que uno de los puntos centrales del debate/intento de diálogo gira alrededor del poder legislativo, lo que significa tanto la AN como la Asamblea Nacional Constituyente, y una posible resolución electoral. En tercer lugar, sus declaraciones buscan dividir al chavismo, crear pistas falsas: las operaciones para buscar los puntos de quiebre son en lo privado y en lo público. 

Maduro se ha referido a la AN en varias ocasiones, y ha afirmado en cada una de ellas que el chavismo debe prepararse para una campaña electoral anticipada. En cuanto a la ANC ha ratificado la decisión tomada por los y las constituyentes de prolongar su funcionamiento hasta finales del año 2020. En cuanto al tema económico, gobierno exige que cese el bloqueo norteamericano, mientras que el asesor de seguridad norteamericano, John Bolton, anunció que recrudecerá, en particular en el ámbito petrolero.

Esas son las últimas declaraciones públicas de cada parte. Aún no se sabe si habrá una próxima ronde de acercamiento en Oslo, la ciudad donde se han dado los primeros pasos. El presidente de Rusia dejó entrever que sí, en una declaración donde manifestó su apoyo a una resolución pacífica, ratificó que su gobierno no está creando una base militar en Venezuela ni llevando tropas. 

“Elijamos así al presidente de Estados Unidos, donde sea, o elijamos así el primer ministro británico, o al presidente de Francia, ¿qué pasaría? Me gustaría preguntarle a los que apoyan esto, ¿os habéis vuelto locos? ¿Entendéis a qué puede llevar esto?”, afirmó el mandatario en referencia a la autoproclamación de Guaidó y lo que está en juego. Sus declaraciones se dieron en el marco del encuentro con el presidente de la República Popular de China, Xi Jinping, y el foro de San Petersburgo, donde fueron firmados acuerdos de cooperación entre Venezuela y Rusia. 

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/199319-en-venezuela-la-guerra-es-de-declaraciones

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