En una tarde hermosa de sábado Sergio Massa mira por la ventana de su oficina llena de Malenas en foto. Massa es el máximo dirigente del Frente Renovador, integrado al Frente de Todos, y primer candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. Malena Galmarini, su compañera, es candidata a legisladora provincial. “Alberto ya salió de Portugal a Madrid y vuelve”, cuenta sobre Alberto Fernández. “Está muy contento porque le fue muy bien”, dice antes del diálogo con Página/12.
La campaña está por recomenzar oficialmente. Massa recorrerá algunos distritos del Conurbano y viajará al interior. Córdoba otra vez, y también Santiago del Estero.
–En los últimos dos años los encuestadores primero descubrieron que un 60 por ciento se sentía opositor. Y después descubrieron otra cosa: que los opositores empezaban a pedirles a los dirigentes que se juntaran. ¿Percibiste eso?
–Lo sentías en la calle. Te decían: “Dejen de pelearse entre ustedes y saquen a este gobierno”. La situación de la Argentina desde el punto de vista económico y social es tan dolorosa, pero tan dolorosa, que la sociedad ya no nos perdonaba que por diferencias nuestras, por vanidades, por egoísmos o por deseos de proyectos personales no le diéramos una respuesta al fracaso rotundo de un gobierno en materia económica, política y social. Macri no solo fracasó desde el punto de vista económico. Fracasó en unir a los argentinos, fracasó en tener un proyecto de país, fracasó en la idea de construir el famoso diálogo que pregonaba hace un tiempo.
–¿Por qué fracasó?
–Tiene que ver con una mirada de dueño. Pensó que el Estado argentino era su empresa y que él era el dueño en lugar de entender que los presidentes tienen que saber conducir algo que les delega el pueblo soberano. La sociedad no nos hubiese perdonado que por peleas personales no le diéramos una respuesta al fracaso de un gobierno así. Y todos los entendimos así. Y haberlo entendido así nos permitió construir el “Todos” por encima de las individualidades.
–¿Vos recordás tu momento personal de comprensión? ¿Hubo un click?
–Perfectamente. Fue en un semáforo en Morón. Era un día de semana a la mañana. Yo iba a un centro de jubilados con Mirta Tundis y Martín Marinucci. Paré en el semáforo y un jubilado vendía pastillas. Me reconoce y me dice, casi llorando: “Júntense y saquen a este tipo, que no aguantamos más”. Llegué al centro de jubilados demolido. Lo primero que me surgió fue contarles lo que me había pasado. Llego a la noche a mi casa. Malena había ido a Talar a un club de barrio y me cuenta que el profe de fútbol infantil le decía que los chicos se desmayaban porque iban sin comer. Ese día fue un basta. Fue entender que no podíamos arrastrar a la sociedad argentina a seguir conviviendo con tanto dolor y con tanta pauperización.
–¿Cuándo fue?
–Dos o tres semanas antes de la reunión de los cuatro de Alternativa Federal en Córdoba, a fin de marzo. Al mismo tiempo recogíamos experiencias parecidas de los concejales, de los intendentes, de los legisladores de todo el país. Llegamos a la conclusión de que no había lugar para otra cosa que no fuera la construcción de una nueva mayoría. Después empezamos a charlar con los gobernadores. Muchos veían lo mismo. Y venía hablando desde antes con Alberto (Fernández), con Wado (de Pedro), con Máximo (Kirchner)…
–Los dirigentes políticos y sociales últimamente registran el dolor como un gran fenómeno social.
–La primera reacción al fracaso tiene que ver con la desilusión, sobre todo en la clase media, por la desindustrialización, por la falta de políticas contra la inflación, por el sobreendeudamiento y la falta de un Estado presente. A esa desilusión se le suma el dolor de millones de argentinos que estaban en la pobreza y pasaron a la indigencia. O que estaban en una situación de vulnerabilidad y pasaron a la pobreza. Ese dolor empezó a golpear en la cara de los dirigentes en el mano a mano con la gente. Ese dolor te empieza a imponer una obligación que es la de asumir que venía la tarea de construir un nuevo gobierno y una nueva mayoría.
–No fue solo la crisis económica.
–No, claro. En el 2017 el proceso ya era parecido al actual. Macri no pudo con la inflación en ninguno de los años de su gobierno. Macri fabricó pobres a lo largo de cada uno de sus años de gestión. Siempre generó desempleo. Macri fue soberbio desde el primer día. Tuvo ayuda del peronismo como ningún otro gobierno. Sin embargo, frente a esa ayuda lo único que hacía era empujar al peronismo al peor de los lugares, en lugar de reconocer nada. Fue soberbio, mezquino, insensible ante las demandas de la sociedad. Tampoco reconoció que la herencia recibida era mucho mejor que la de otros gobiernos desde la vuelta de la democracia. Macri tenía herramientas que hasta le permiten hoy llegar al final del mandato en mejores condiciones.
–¿Cuáles?
–La asignación universal, la moratoria jubilatoria con cobertura casi universal en adultos mayores, la capacidad de endeudamiento porque el país estaba desendeudado… El problema es que usó mal todas esas herramientas, las desperdició. Un martillo te sirve para clavar un clavo o romper una cabeza. Este gobierno usó los martillos que tenía para romper cabezas en lugar de clavar clavos.
–¿En qué momento la gente pasa del desencanto al basta y del basta a la esperanza?
–El día en que la sociedad se dio cuenta de que los dirigentes habíamos aprendido de los errores del pasado para darle a la Argentina un proyecto de país, la Argentina se inundó de esperanza. Las PASO fueron una ola de esperanza. Las elecciones del 27 de octubre también van a ser parte de esa ola que pone en el centro de las decisiones la movilidad social ascendente, la educación pública, el trabajo y la producción. Lo importante a tener en cuenta es que la ola fue construida por la sociedad. La sociedad estuvo delante nuestro. Por eso hay que entender, también, que lo construido hasta acá no alcanza. Hay que buscar aún más argentinos para la tarea enorme que empieza el 11 de diciembre. Queremos llegar a los cuatro millones que no quieren a este gobierno pero no nos votaron. Les decimos: “Vengan, aprendimos a dialogar, aprendimos a ceder. Vengan porque como dice Alberto volvimos para ser mejores”.
–Hubo una convergencia entre la ola social y el ensamble de los dirigentes políticos opositores.
–No solo converge. Además nos da el poder político alrededor del Estado.
–¿Exige y a la vez da poder?
—Exactamente. La exigencia va a ser grande porque el deterioro es enorme. La responsabilidad es mayor. Entonces hay que saber que el 11 de diciembre debemos buscar un gran acuerdo económico y social incluso con aquéllos que hoy siguen apoyando el fracaso de Macri. Hay que ser generosos y convocarlos a la construcción, o más bien a la reconstrucción de la Argentina.
–¿Votantes o empresarios?
–Votantes, empresarios, comunicadores, dirigentes políticos, dirigentes sindicales, la sociedad civil. Nuestro desafío es abrazar a todos.
–¿Cómo fue el primer reencuentro con Cristina?
–Fue una charla de cinco horas, muy madura, muy honesta. De análisis de lo que pasó pero sobre todo de análisis de lo que debería pasar en la Argentina.
–¿Hubo facturas?
–No. En todo caso por parte de los dos hubo autocrítica hacia atrás y honestidad intelectual hacia adelante. Todos crecimos. No somos los mismos que hace ocho o nueve años.
–Decías: “Todos aprendimos de nuestros errores”. ¿Vos qué aprendiste?
–Que la construcción de un proyecto de país se hace de manera colectiva. Que uno puede tener objetivos individuales pero no tiene que anteponerlos a la construcción de un proyecto de país. Que la mirada egoísta te encierra. Que el egoísmo te disocia del deseo de una sociedad integrada. Para construir una patria no hay proyectos individuales. En todo caso solo pueden existir capacidades mayores o menores de liderazgo. Otra autocrítica: uno tiene que saber esperar y no correr y anticiparse antes de la madurez de la fruta de un árbol.
–Tenías una medición: ibas perdiendo votos.
–De todos modos, me parece que los contextos electorales son relativos en un momento del país como éste. No estaba en juego quién lideraba la oposición sino como ponerle un final al fracaso de un gobierno. Una mezquindad por ver quién tiene razón es casi infantil. El tiempo nos obligaba a la madurez.
–Hablaste varias veces del 11 de diciembre. El 10 de diciembre…
–El 10 de diciembre se traspasa el mando y Alberto Fernández asumirá como nuevo Presidente de la República. Y será un gran Presidente. Y la tarea será de tres costados. Un costado macroeconómico y de puesta en marcha microeconómica. Otro, poner un proyecto de país que comprometa a todos. El tercero, el diálogo político como instrumento de la construcción de las dos variables.
–El 11 de diciembre el Fondo Monetario Internacional seguirá existiendo.
–Tengo una libertad: hoy puedo decir lo mismo que en noviembre del año pasado, cuando este gobierno me tildó de “antipatria” porque dije en el Wilson Center de Washington que el acuerdo con el Fondo era pésimo y que había que rediscutirlo. Sigo pensando lo mismo. Hay que renegociar el acuerdo con el Fondo. Lastima el desarrollo de la economía argentina. Lastima la credibilidad de la Argentina en los mercados porque el escalonamiento hace que el país esté como atragantado. Los vencimientos se juntan. El Gobierno firmó un acuerdo rápido para conseguir desembolso de dólares sin mirar en perspectiva el desarrollo económico de la Argentina. Terminó pasando que el mundo hoy no le cree al acuerdo que Macri firmó con el Fondo. No cree que sea posible cumplirlo. El Gobierno firmó un acuerdo mal y a las apuradas para manotearle dólares al Fondo. ¿Por qué es importante la legitimidad electoral? ¿Por qué hay que construir una nueva y enorme mayoría? Porque necesitamos mostrarles al Fondo y al mundo que le fracaso de Macri y de la receta del Fondo están no solo en los que tenemos la responsabilidad de gobernar sino en la enorme mayoría de los argentinos. Precisamos demostrar que tenemos el apoyo de la sociedad para rediscutir ese acuerdo. Queremos cumplirlo, pero sobre la base de lo razonable, no a partir del dolor de la gente, del cierre de las pymes, de apagar el mercado interno, de manotear los dólares de los argentinos (que son para el desarrollo) y pagar deuda. Todo debe hacerse de manera acompasada. Queremos superávit fiscal, tener un tipo de cambio competitivo y crear una Argentina exportadora que fabrique los dólares necesarios para producir y para pagar.
–Alberto promete cumplir con el Fondo si el Fondo le da tiempo a la Argentina. Pero el FMI podría insistir en su libreto habitual: privaticen el Banco Nación, destruyan la jubilación pública…
–Pero en la autocrítica del Fondo del 2002 aparece un análisis sobre sus propias recetas sobre el caso Argentina. En un acuerdo diez veces más chico que éste de Macri, que es el mayor acuerdo en la historia del FMI, el mayor desembolso de su historia que representa el 60 por ciento del capital del Fondo, el organismo ya planteó que esas políticas no garantizaban el pago. La Argentina puede pagar si exporta, si crece, si genera exportaciones con valor agregado industrial o del capital humano. Es clave transmitirles eso a los técnicos y a quienes toman las decisiones políticas en el Fondo. Lo hice. Hablé con Roberto Cardarelli y con todos.
–¿Qué contestaron?
–Ellos no fueron reacios a entender que un programa de crecimiento hacía más viable el acuerdo con la Argentina que un programa de ajuste. El mismo Fondo da ejemplos de Chile o Brasil al momento de mirar el asunto del control de capitales. La ortodoxia de los Federico Sturzenegger o de los Luis Toto Caputo de este mundo es más la soga del ahorcado de ellos mismos que una demanda del Fondo. Hay que discutir con firmeza y con responsabilidad.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/217038-macri-fue-soberbio-mezquino-e-insensible