Un desafío feminista y de izquierda a Trump

Un desafío feminista y de izquierda a Trump

Este año, Estados Unidos inauguró el Congreso más diverso de su historia. Por primera vez asumieron mujeres musulmanas y nativo americanas como diputadas, y ocupan las bancas en números récord mujeres y personas latinas. Para llegar a poblar los escaños del Capitolio, estas personas –muchas de ellas, ajenas a la política– tuvieron que enfrentarse, sin embargo, a políticos veteranos ya muy arraigados en sus asientos. El documental A la conquista del Congreso (cuyo título original es Knock down the House), de Rachel Lears, ya disponible en la plataforma Netflix, relata la campaña para las elecciones primarias de cuatro mujeres aspirantes a una banca en los comicios de medio término de 2018, entre ellas, la ahora diputada más joven de la historia estadounidense, Alexandria Ocasio-Cortez. Pero no se trata sólo del camino de cuatro candidatas: este es un documental sobre mujeres novatas en política que quieren desbancar en las elecciones primarias a hombres bien asentados en sus partidos y en el Congreso que, por lo que se muestra, no están haciendo bien su trabajo como representantes.

“La gente no considera que ser camarera sea un ‘trabajo real’, pero mi experiencia como camarera me ha preparado muy bien para esta campaña. Estoy acostumbrada a soportar mucha presión, estoy acostumbrada a que la gente quiera hacerme sentir mal”, dice en off Ocasio-Cortez mientras se la ve acarreando hielo y sirviendo un trago en el restaurante donde trabaja de moza. En las elecciones primarias, debía enfrentarse a Joe Crowley, quien en ese momento llevaba ocupando el cargo de diputado nacional desde 1999 y era el cuarto demócrata más importante del país. Crowley no había enfrentado a nadie en las primarias durante 14 años. Nadie le disputaba su puesto. 

“¿Por qué debería votarte a vos? Porque nadie más se atrevió. La alternativa es nadie”, dice Ocasio-Cortez que contesta a la primera pregunta que le hacen los vecinos de los barrios neoyorquinos de Queens y del Bronx al abordarlos en la calle para pedirles su voto. La carismática joven latina de entonces 28 años, de madre puertorriqueña, descendiente de indígenas taínos y de esclavos africanos -como ella misma se define- es la estrella del film. No es de extrañar: es la única de las cuatro candidatas que logró su objetivo. Por eso es que aunque se intercalan las historias de las cuatro aspirantes demócratas al Capitolio, siempre se vuelve a ella. 

Las mujeres elegidas por la directora, guionista y productora Rachel Lears, habían sido recomendadas por el comité de acción política Brand New Congress: Ocasio-Cortez, de Nueva York; Paula Jean Swearengin, de Virginia Occidental; Cori Bush, de Misuri, y Amy Vilela, de Nevada. Ninguna de ellas se dedicaba a la política, sino que en el momento de la campaña se desempeñaban como enfermeras, mozas o gerentes financieras. No contaban ni con fondos ni con una estructura partidaria, algo que en un primer momento las situaba en una clara posición de desventaja frente a sus oponentes: hombres que caminan desde hace mucho tiempo los pasillos de Washington. Pero ellas llevan esa aparente desventaja como bandera. “Es hora de que la gente común haga cosas extraordinarias. Agitemos las aguas y recuperemos nuestras vidas”, dice Swearengin en el film. 

Las cuatro candidatas rechazaron el dinero de corporaciones, como la farmacéutica, para financiar sus campañas. El repudio al lobby que ejercen las empresas sobre los políticos gracias al sistema de financiación estadounidense es uno de los puntos centrales tanto de estas mujeres progresistas como del comité Brand New Congress. Lo que sucede es que sin fondos no hay campaña, por eso es que se las ve remando contra la corriente, tocando timbres, conversando con sus vecinos en los escalones de los porches, repartiendo folletos y llamando por teléfono para pedir unos dólares más a sus aportantes. 

Todas ellas sostienen una agenda medioambiental, de más igualdad y de mayor cobertura médica para todos y lo hacen al conocer de primera mano las necesidades de las comunidades a las que quieren representar. “Mi nombre es Paula Jean, hija de un minero de carbón, candidata al Senado de Estados Unidos y estoy indignada”, dice Swearengin en un acto en el que su rostro evidencia ese sentimiento indisimulable, aunque sus asesores le hayan pedido que sonría. El eje de la campaña de la aspirante por Virginia Occidental era la lucha contra la contaminación de la industria minera y los riesgos para la salud que acarrea tanto para los trabajadores como para los habitantes de la zona. Swearengin competía contra el senador Joe Manchin, quien, según el film, ha ganado millones de dólares provenientes de compañías mineras. 

En el estado de Misuri, Bush se proponía mejorar la calidad de vida de la comunidad afrodescendiente de St. Louis. En 2014, en la comunidad de Ferguson, de dicho condado, la policía asesinó a Michael Brown, un joven negro que estaba desarmado. El hecho provocó un repudio social, que se manifestó en protestas masivas contra la represión policial. Fue en este contexto en que Bush, enfermera y pastora, se posicionó como una activista referente en su comunidad.

A Amy Vilela, de Nevada, se la ve luchado por conseguir fondos para su campaña, pero aún así se mantuvo firme en no aceptar dinero de la industria farmacéutica. Ella y su equipo llaman uno a uno a sus aportantes y Vilela se alegra por conseguir unos 100 dólares más. La gerente financiera se involucró en política luego de que su hija de 22 años muriera en 2015 de una embolia pulmonar después de que en el hospital se negaran a hacerle estudios por no tener seguro médico. Es su equipo de campaña el que hace uno de los hallazgos más notorios del documental al revisar quiénes son los aportantes del contrincante de Vilela. 

Los días antes de las elecciones se ve a Ocasio-Cortez desbordar de emociones al decir a cámara “No quiero decepcionarlos”. Su ansiedad tenía sustento: no se habían hecho encuestas públicas para evaluar el proceso de campaña y cuando ellos mismos pudieron financiar un sondeo, los resultados situaban a Crowley 35 puntos por encima de ella. Pero el entonces diputado no creyó que la joven podía ser una verdadera amenaza hasta que fue demasiado tarde. Prueba de ello es que no asistió a los debates hasta último momento, sino que enviaba representantes que hacían agua ante el mínimo cuestionamiento de Ocasio-Cortez. “Crowley ni siquiera vive acá, vive en Virginia”, afirma la política progresista en algunas ocasiones, a quien, como contrapunto, se la muestra conversando con los vecinos del distrito sobre sus preocupaciones y ambiciones. 

Una vez ganadas las primarias y luego la banca, la popularidad de la joven del Bronx creció exponencialmente a medida que pasaron los meses. Actualmente, es una de las mayores propulsoras del llamado Green New Deal (algo así como el Nuevo Acuerdo Verde), una amplia reforma legislativa que busca reducir las emisiones de gases de efecto invernadero como una forma de abordar la lucha contra el cambio climático. Los jóvenes y novatos de Washington no se rinden. Vienen a derribar el Congreso, como indica el nombre del documental. La semana que viene Ocasio-Cortez encabezará un acto en la capital estadounidense para pedirle a aquellos hombres blancos muy acomodados en sus bancas y al magnate que preside la nación que miren hacia el futuro. Su futuro. 

Informe: Bianca Di Santi

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/192344-un-desafio-feminista-y-de-izquierda-a-trump

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